el tiempo parece barro
moldeado por mis latidos.
Cantan los truenos,
se duerme el agua,
yo te despierto.
No tiene caso seguir soñando
cuando la realidad es tu cama.
Los demonios duermen ahora tranquilos
aunque saben andar bajo la lluvia, a veces la beben,
y como si fuera gloria, se cubren con ella;
tal vez así laven su pena.
Desde un viejo balcón he aprendido a nombrarte sin evaporarme al alba
pero si me abraza la duda basta tu pelo para quemarme.
Los cuerpos siguen mojados...
¿acaso esa gota de agua
se ha vuelto verso en sus labios?
Soy el frío
y la despedida de la tarde,
el tiempo suspendido;
un beso leído de noche.
Y mientras nos secamos, olvidamos
y mientras nos olvidamos, deambulamos.
Sus juegos son confusos;
a veces guardan un espacio vacío para un acompañante:
un perverso para una perversa